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El hombre, animal religioso (página 2)




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Además, el hallazgo de varias especies del
género Australopithecus, algunos muy bien conservados en
el caso de Lucy (Australopithecus afarensis), han dejado bien en
claro que los mismos son un vínculo intermedio entre el
hombre y los otros monos. Según los creacionistas, con una
metodología inadecuada y sin aportar
ninguna evidencia empírica (13), éstos no
serían intermedios sino claramente monos, mientras que los
Neandertales serían idénticos al hombre moderno, ya
que los estudios sobre ellos se basaron en un esqueleto deformado
por artrosis y no por ser primitivo (10). Ambas afirmaciones son
totalmente erróneas.

Los Australopitecos están dotados de un cráneo
muy parecido al de otros simios, con cresta sagital, maxilar
robusto y diastema en los incisivos, pero su cintura pelviana,
así como el fémur, tibia y huesos de los
pies son más parecidos a los humanos, típicos de
una postura bípeda erguida permanentemente. Es decir que
sus características son verdaderamente intermedias entre
monos y hombres, sin encajar claramente en ninguna de ambas
categorías (14).

La afirmación respecto a que el hombre de Neanderthal
era idéntico al actual es simplemente ridícula:
además del caso citado del artrítico hay restos de
unos 200 hombres, mujeres y niños,
que, aunque se parecen mucho al hombre actual, guardan
diferencias suficientes como para ser ubicados en, por lo menos,
una subespecie bien diferenciada (14).

Finalmente, varios trabajos de Genética y
Biología Molecular Comparada, estudiando la secuencia de
los ácidos
nucleicos y algunas proteínas
del hombre y de los monos antropomorfos actuales, llegan a la
conclusión de que el chimpancé se parece más
al hombre que al orangután, el gorila o el gibón, y
que su diferencia con el hombre es de apenas un uno por ciento,
valor
estadísticamente despreciable.

O sea que, desde el punto de vista estrictamente natural, el
chimpancé estaría mas relacionado con el hombre que
con el resto de los Simios (6).

Queda claro, entonces, que desde el punto de vista
estrictamente biológico el hombre es simplemente una
especie más de los Primates, sin ninguna particularidad
que lo diferencie esencialmente de los otros animales.

ANTROPOLOGIA
CULTURAL Y FILOSOFICA

Existiendo acuerdo generalizado acerca de la carencia de
diferencias biológicas entre el hombre y los Simios, se ha
tratado de buscar tales diferencias en el orden de lo cultural,
donde aparentemente el desarrollo de todo lo que ampliamente
incluímos dentro del término "cultura" es
muy diferente. Si bien ello es cierto en cuanto al grado de
desarrollo, no es tan fácil demostrar que la cultura
humana, en lo esencial, sea tan distinta a la de los
mamíferos superiores.

Emiliano Aguirre dice al respecto: "...en psicología
y en filosofía no se ha convenido en determinar que es, en
última instancia, lo que hace hombre al hombre: esto es,
la propiedad
íntimamente ligada con el principio no estrictamente
biológico que le atribuye la metafísica
tradicional. Se ha propuesto como tal lo político
(Aristóteles), lo jurídico (Echarri), la capacidad
de dar forma y misión
instrumental a las piedras (Koths y los prehistoriadores en
general), lo social (Waddington, Krustov), el paso de la
actividad lítica o bien osteodontoquerática a la
cultura (Tobías), la educabilidad (Haldane), lo moral (Acosta,
Simpson), la mutación del sistema nervioso
que permite la creación del símbolo o su manejo
(White), o la que permite su transmisión, y,
consiguientemente, el control del
tiempo, etc.
…ahora bien, la psicología racional, o
antropología filosófica, tampoco ha decidido
cuál es el límite inferior de actividades
específicamente humanas, o cuál es la primera
actividad humana, arqueológicamente determinada, que
necesita un principio en discontinuidad con la evolución estrictamente
biológica".
(3).

Esta larga reflexión, hecha casi un cuarto de siglo
atrás, se ha visto muy reforzada con los estudios de
diversos etólogos y psicólogos de las
últimas décadas. Así, es posible comprobar
que los animales tienen capacidad de comunicarse por medio del
lenguaje articulado, que llega a diferenciar una apreciable
cantidad de vocablos en el caso de los delfines y
orcas.

Pero incluso en el chimpancé y el orangután, con
una vocalización más pobre, se ha logrado
enseñarles a armar oraciones relativamente complejas por
medio de computadoras o
máquinas con botoneras o mediante gestos
del rostro y las manos, con un sistema de
lenguaje gestual casi idéntico al empleado por los
sordo-mudos (17).

Estas experiencias llegan a demostrar la existencia de formas
rudimentarias de sociabilidad, al acompañar sus sentencias
con términos equivalentes a "gracias" o "por favor", e
incluso la autoconciencia de la personalidad,
al llamarse a sí mismos y a quienes los rodean con los
nombres propios correspondientes.

También en los chimpancés está presente
la utilización de instrumentos, y a veces complicados,
así como la utilización de instrumentos para
fabricar otros instrumentos, lo que implica la previsión
de un futuro mediato. Un caso notable es el de los que golpeaban
con palos a latas vacías de combustible para ahuyentar con
el ruido a los
mandriles enemigos (17). Otro estudio, consistente en presentar a
una tribu de chimpancés un leopardo embalsamado atacando a
otro chimpancé, dió como resultado que los monos
agredieron al felino con palos y piedras, se daban ánimo
entre ellos mediante gestos tan "humanos" como palmadas en la
espalda e hicieron todo a su alcance para "rescatar" al
congénere en peligro (9). Los macacos de Japón,
por citar un ejemplo fuera de los Antropomorfos, lograron
descubrir por sí solos el uso del agua de mar
para salar sus comidas y luego transmitieron ese conocimiento
al resto de la tribu (9).

De lo anterior se deriva necesariamente la presencia de un
raciocinio, entendido como la potencialidad de sacar conclusiones
a partir de premisas previas, el aprendizaje
como modificación de una conducta,
aún en contra o por encima de los instintos mas fuertes,
la educabilidad, sociabilidad, previsión de eventos futuros
en base a la memoria de
los pasados, etc.

Está claro que aún estos hechos son logros
apenas significativos comparados con lo que puede realizar un
humano, aún un infradotado, pero las diferencias siguen
estando en los grados y no en las esencias de los alcances de uno
y otro.

LA CAPACIDAD DE
TRASCENDENCIA

Digamos con Blas Pascal que:
"No es conveniente enseñarle al hombre su parentezco
con el animal sin señalarle al mismo tiempo su
grandeza
". Los mismos estudios biológicos que nos
demuestran los vínculos del hombre con los animales
también encuentran ya en el hombre primitivo algunos
elementos no presentes en ningún animal.

Algo muy importante en este sentido es el caso de los
enterramientos rituales de los muertos y su culto, así
como las pinturas con motivos mítico-mágicos,
fenómenos que aparecen solamente como propios de humanos,
desde los Neandertales y Cromagnones en adelante. Los muertos
eran colocados en urnas funerarias o cámaras de piedra
especialmente construídas, rodeados de comida y de
utensilios personales, e incluso con ramos de flores en sus
manos, como evidencia el hallazgo de inusitada abundancia de
polen entre los restos.

Estos enterramientos, que son tan similares en cuanto a su
finalidad con los rituales practicados por los egipcios y otras
culturas con testimonio escrito, demuestran la presencia de la
idea del más allá, de algo trascendente por lo
menos a la naturaleza, con una clara concepción de la
existencia de una prolongación en una vida espiritual
luego de una muerte
física
(4).

Estos conceptos están por completo ausentes en los
demás animales; en efecto, puede haber entre ellos lazos
afectivos fuertes, de respeto o de
cuidado a los más viejos o heridos de su comunidad, y
hasta sentimientos de tristeza por la muerte de
los compañeros, como lo evidencian entre otros ejemplos
los conocidos cementerios de elefantes.

Pero no hay ni vestigios de cuidados o culto hacia los
animales ya muertos, implicando otro tipo de vida mas allá
de la inmanencia (4).

También aparece como exclusivamente humano el arte rupestre,
que no es el simple hecho de pintar como actividad puramente
decorativa o estética sino principalmente como una
manifestación de magia o religiosidad primitiva. En
efecto, las pinturas llevaban como sentido fundamental el
perpetuar ideas y hacer uso de conjuros y convencionalismos
mágicos para lograr de la naturaleza personificada o de
las divinidades, que la representación gráfica se
concretara luego en la realidad.

Así por ejemplo, las escenas de cacerías, que
son las más frecuentes en las cuevas de Altamira o
Lascaux, pretendían lograr que el éxito
en la captura de animales útiles plasmado en la pintura se
obtuviera luego en la realidad (1).

Ninguna otra especie fuera del Homo sapiens, ni actual ni
pretérita, ni el chimpancé, la más cercana
actualmente, ni los Australopitecos, aparentemente sus más
próximos antecesores, presentan siquiera vestigios o
indicios de este tipo de actividades con tan indudable trasfondo
mítico – religioso.

CONCLUSION

La idea de trascendecia o de religiosidad, entendida en un
sentido amplio como una posición intelectual frente a lo
trascendente, ya sea tanto de aceptación como de rechazo,
resulta ser privativa y exclusiva de lo humano. Solamente el ser
humano se plantea e interroga por lo trascendente, aún
cuando sea para rechazar su existencia.

Hasta el ateísmo más extermo es una
posición frente al misterio de lo trascendente. No hay en
el animal nada que se asemeje, ni tan siquiera remotamente, o en
mucho menor grado, a las formas más primitivas de magia,
superstición o esoterismo, que en cambio acompañan
siempre a los restos biológicamente reconocibles sin duda
como humanos, aún cuando sean primitivos.

Por ello, la citada definición del hombre como animal
"racional" merecería reconsiderarse. Si se entiende la
racionalidad como la capacidad del pensamiento
para operar lógicamente, u obtener conclusiones nuevas a
partir de datos
preexistentes, obviamente habrá que admitir que, al menos
en grado muy inferior, también está presente en
diversos Mamíferos, y como sería de suponer,
seguramente estaría mucho más desarrollada en los
Homínidos y pre-Homínidos descriptos por la
Paleontología.

Pero si en cambio retomamos el sentido griego original,
según el cual el hombre tendría la
característica de "racional" por el hecho de su
participación con el "logos", esto es, la "razón
universal", las definiciones se nos presentan de una forma bien
distinta.

Desde este último punto de vista es notable la
analogía existente con la idea bíblica, ampliamente
explicada en San Agustín, que concibe al hombre como
"imago Dei". Precisamente en eso consiste la religión, utilizada
siempre en sentido amplio, que es la "re-ligazón", el acto
de "volver a ligar" al hombre con la trascendencia, lo
sobrenatural o la Divinidad, característica aparentemente
única y exclusiva del ser humano con conciencia
adecuada (2).

Resulta interesante comprobar que los estudios de las ciencias
fenoménicas no pueden sino afirmar la espiritualidad del
hombre, testimoniada arqueológicamente, dejando así
lugar para la vieja idea de que lo que hace hombre al hombre no
es otra cosa que el "pneuma" divino, el soplo de aire caliente,
que se une al barro y junta así los cuatro elementos
fundamentales del Cosmos: aire, fuego, tierra y agua,
conformando un microcosmos. Eso sería la teofanía
en él presente en una forma no igualada por ningún
otro elemento natural (11).

Así se ratifica y adquiere coherencia la
aseveración precedente de Fray Luis de Granada, en el
sentido de que no existe ninguna cultura propiamente humana que
no haya visto su vinculación con lo trascendente, o en la
que la trascendencia no se haya manifestado de alguna manera (o,
si se quiere, re-velado), así como tampoco
existiría la idea de lo trascendente fuera del hombre.

BIBLIOGRAFIA

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402 p. México.

2.Brehier, E. 1944. Historia de la Filosofía. 2
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Madrid.

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8.Koeningswald, G. 1971. Historia del hombre. 195 p.
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11.Otto, W. 1961. Teofanía. 170 p. Bs. As.

12.Pilbeam, D. 1972. The ascent of man, an introduction to
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13.Prosperi, C. 1988. Creacionismo y rigor científico
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14.Ruse, M. 1982. Darwinism defended: a guide to the
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. 356 p.

Toronto.

15.Samaranch, F. 1964. La marcha de los animales (en:
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16.Storer, T. y Usinger, R. 1971. Zoología
general
. 1003 p. Barcelona.

17.Timbergen, N. 1968. Conducta animal. 128 p.
Verona.

Dr.Carlos Hugo Prosperi

Profesor de Filosofia de
la Ciencia y
Teoría
del Conocimiento

Escuela de Biología, Fac. CEFyN – Universidad
Nacional de Córdoba

C.C. 395 – (5000) Córdoba – Argentina

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